El disputado apagón nuclear. El caso de Almaraz

En lo que podría parecer una maniobra orquestada, en las últimas semanas se ha venido desarrollando toda una campaña en contra del apagón nuclear extremeño por parte de los ayuntamientos limítrofes, la Diputación de Cáceres, los líderes regionales del PSOE y del PP, los sindicatos UGT y CCOO y las organizaciones patronales.

En las comarcas más afectadas por el riesgo que suponen los dos reactores atómicos más viejos en funcionamiento, Almaraz I y II, se acariciaba la posibilidad de ver ya cerca su cierre y desmantelamiento. La campaña del Movimiento Ibérico Antinuclear, que después del cierre de Garoña centró sus esfuerzos en ir ahora a por el cierre de Almaraz (cuya licencia de explotación expira en 2020), el apoyo recibido por parte del movimiento ecologista portugués e incluso por el propio parlamento del país vecino, la llegada al nuevo Ministerio para la Transición Ecológica de la solvente Teresa Ribera, y la falta de acuerdo entre las tres empresas eléctricas que se lucran de Almaraz (Iberdrola, Endesa y Naturgy) sobre la petición de la prórroga de la licencia de explotación (ni que decir tiene que Iberdrola es la peor, la que exige 10 años más de explotación), auguraban que en el inicio de la próxima década asistiríamos al cierre y desmantelamiento de la espada de Damocles que pende desde hace 40 años sobre nuestras vidas y ecosistemas.

El pasado lunes 28 de Enero en reunión del ministerio con las tres empresas propietarias decidían que Almaraz no se cerraría antes del 2025, lo que supone de facto una prórroga más allá de los 40 años de funcionamiento

Pero, en lo que podría parecer una maniobra orquestada, en las últimas semanas se ha venido desarrollando toda una campaña en contra del apagón nuclear extremeño por parte de los ayuntamientos limítrofes, la Diputación de Cáceres, los líderes regionales del PSOE y del PP, los sindicatos UGT y CCOO, las organizaciones patronales, etc. Incluso en el primer mitin de VOX en Navalmoral se reclamaba que se prorrogase Almaraz ¡y se instalasen más reactores! en un campeonato por ser el más pronuclear, y pocos días después una manifestación convocada por la plataforma “ciudadana” VIDA (sic) y el ayuntamiento de Navalmoral, lograba concentrar a dos mil personas en la capital de la comarca del Campo Arañuelo, luego de un cierre patronal en apoyo a la continuidad de la planta atómica. Una campaña que parece extraída de un manual y que ha dado resultados inmediatos: el pasado lunes 28 de enero, en reunión del ministerio con las tres empresas propietarias, decidían que Almaraz no se cerraría antes del 2025, lo que supone de facto una prórroga más allá de los 40 años de funcionamiento para el que fueron diseñadas y que es el período menos inseguro, a partir del cual los riesgos de accidentes se incrementan.

Esta decisión supone un precedente muy peligroso de cara al ineludible cierre progresivo del viejo parque atómico español, ya que alarga hasta 50 años la explotación de los viejos reactores atómicos e incrementa aún más el volumen de residuos radioactivos, para los que no se tiene otra solución que convertir cada una de las centrales también en un cementerio nuclear, aumentando así exponencialmente el riesgo de fugas, contaminaciones y accidentes catastróficos.

De lo que se trata ahora es de ver cómo se cierra este ciclo, cómo se desmantelan las plantas, cómo se almacenan y custodian los deshechos radioactivos, y quién paga todo este oneroso proceso

Pareciera que habría que insistir en que no se trata ya de un debate entre detractores y partidarios de la energía nuclear, porque este debate ya lo ganaron por la vía de los hechos los partidarios, porque la energía nuclear ya ha sido. De lo que se trata ahora es de ver cómo se cierra este ciclo, cómo se desmantelan las plantas, cómo se almacenan y custodian los deshechos radioactivos, y quién paga todo este oneroso proceso. También se trata de ver cómo las comarcas nuclearizadas transitan de una economía absolutamente dependiente del negocio nuclear, de una economía extractiva de carácter casi colonial, a alguna forma de desarrollo endógeno o a la postración y la marginación. Así mismo, de lo que se trata es de no jugar con el riesgo de un Chernobyl o un Fukushima, un riesgo que hasta ahora hemos sorteado, pero que del que no estaremos liberados hasta que no se apaguen los reactores.

Pero contra este relato lógico y cabal del movimiento antinuclear y toda la “mayoría silenciosa”, esta sí mayoritaria, que desea el cierre del sucio negocio atómico y dejar atrás esta pesadilla de 40 años, se enarbola el manido argumento de los puestos de trabajo que genera la central, los ingresos tributarios y la riqueza social que deja en la región, la población que fija… toda esa ideología neoliberal que ha capilarizado tanto en la sociedad contemporánea, en la que el desarrollo y el empleo está por encima de todo, incluso por encima de la vida misma.

Y ahí podemos ver al Presidente de la región, el Sr. Vara, anunciando que Almaraz no se va a cerrar hasta que no haya un Plan Alternativo para la economía y el empleo del Campo Arañuelo, al mismo tiempo que no hace nada por implementarlo. Porque de lo que se trata es de eso, de que no haya Plan, de no hacer nada, para que corra el tiempo y en 2024 volver a sacar al vecindario a la calle al grito de “no hay otra alternativa”.

Todo en nombre del empleo, pero lo cierto es que en Navalmoral hay el mismo porcentaje de paro que la media de la región, y lo mismo pasa en Almaraz

Porque el Sr. Vara sabe, como sabe la Presidenta de la Diputación de Cáceres y alcaldesa de uno de los pueblos que recibe el chorro de millones por ser ribereño de Almaraz (zona cero de Chernobyl), que no hay una industria como la nuclear que coopte así como hace esta a alcaldes y concejales, que no hay otra industria que compre tan caro las voluntades incluso de la población en general, que no hay una industria alternativa a la gallina de los huevos de oro de lo nuclear, que ha logrado un acoplamiento perfecto con el caciquismo y clientelismo rural de nuestra región, instaurando una especie de feudalismo atómico del que se lucran las grandes empresas eléctricas que a su vez cooptan a los grandes partidos. Y por eso, ahí tenemos también a Monago denunciando que lo de 2025 es una “prorroguita”, en una triste coincidencia con las cúpulas de los sindicatos UGT y CCOO. Todo en nombre del empleo, pero lo cierto es que en Navalmoral hay el mismo porcentaje de paro que la media de la región, y lo mismo pasa en Almaraz. Lo que sí hay es más coches de alta gama matriculados y más conciertos de “grandes artistas” también…

Y detrás de todo están las grandes eléctricas de este país, ingresando solo de Almaraz un millón de euros de beneficios diarios a costa de explotar recursos comunes y privatizarlos, poniendo en riesgo la vida de las personas y ecosistemas actuales y futuros, generando unos residuos tan peligrosos que nadie quiere cerca y con los que nadie sabe lo que hacer… Sin que el gobierno de Vara nos haya explicado si se va a cumplir esa moción aprobada el año pasado en la Asamblea (vergonzosamente apoyada por Podemos) de que, si se prorrogaba la explotación de los reactores, las eléctricas tendrían que pagar 50 millones al año por cada reactor.

Un reciente estudio del Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad de Comillas demuestra que se podría sustituir toda la energía nuclear y el carbón en 2025 sin riesgos para el suministro

Un reciente estudio del Instituto de Investigación Tecnológica de la Universidad de Comillas demuestra que se podría sustituir toda la energía nuclear y el carbón en 2025 sin riesgos para el suministro, sin encarecer la ya abusiva tarifa eléctrica y creando tantos puestos de trabajo en el desmantelamiento nuclear y en el despliegue de alternativas energéticas como los que se destruirán en el apagón nuclear y del carbón. La decisión de alargar o no la agonía del parque nuclear español es política, no económica, es la cuestión de si se impone el lucro de la oligarquía de este país (y de las oligarquías regionales) sobre los intereses de la mayoría o viceversa; es, en definitiva, una cuestión de democracia versus autoritarismo «ecocida» y suicida. Es una cuestión de esperanza colectiva versus nihilismo capitalista: vida versus muerte.

Por ello, el cierre de Almaraz, y todas las demás, no es una reivindicación ecologista, es una necesidad histórica ineludible que no puede más que reportarnos la posibilidad y la oportunidad de más democracia y menos corrupción, más disfrute de los bienes comunes y más salud ambiental y social.

Autor: Fernando Llorente Arrebola

Extraído de: El Salto

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