Indignación por los abusos de lxs carcelerxs durante su huelga

Indignación por los abusos de los boqueras durante su huelga

La huelga de los carceleros españoles ha durado, de momento, hasta ayer, 20 de noviembre. Nos consta que, como suelen hacer los de su gremio, su principal medio de presión ha consisistido en perjudicar lo más que han podido a las personas presas y a sus familias y amistades. Se han perdido visitas médicas, citas hospitalarias, medicaciones, curas, comidas, entrevistas con abogados, comparecencias judiciales… y, sobre todo, comunicaciones. Los jichos han bloqueado las entradas a las cárceles y coaccionado a las personas que venían de visita, impidiéndoles entrar siquiera a los recintos, donde quizá habrían podido ser atendidas por los servicios mínimos. Imaginaos que, después de un largo viaje, con el correspondiente gasto, deseando abrazarr a un ser querido preso, que está esperando con ansiedad vuestra llegada, os encontráis con una banda de carceleros que, con su prepotencia habitual, aunque estén en huelga y no de servicio, os impiden el paso e incluso os amenazan, bajo la mirada de la guardia civil o de la policía, que asisten pasivamente a esos comportamientos tipificados como delitos, cometidos ante sus narices por los boqueras. Eso les ha pasado, por ejemplo, a la madre y al padre de nuestro compañero Toni Chavero Mejías que, con 76 y 82 años respectivamente y una salud precaria, han viajado desde Madrid a Albocàsser, alrededor de 500 kilómetros. Les ha llevado un compañero que ha tenido que pedir permiso en el trabajo para ello. Pero, al llegar, no les han dejado pasar de la garita de entrada al aparcamiento y les han faltado al respeto. Con un gran disgusto, han tenido que ir hasta Castellón, a más de 50 kilómetros, a denunciar el hecho en el juzgado de guardia. Considerando, ente otras razones, que son de esperar nuevas jornadas de huelga, provocaciones y abusos, denunciarlos es lo que, como mínimo, deberían hacer todas las personas afectadas, dentro y fuera, mientras dure esta campaña donde se reivindica una mayor impunidad en la práctica de la tortura, que se aplauda a sus perpretadores y que se les pague más por ello. Lo que ha sucedido en Albocàsser, donde no han dejado comunicar a nadie durante la huelga, ha sucedido en todas las cárceles del Estado español. También nos consta que, al menos en la prisión castellonense, pero seguramente en muchas más, han arreciado durante el mes de noviembre las provocaciones, palizas y denuncias falsas de los carceleros contra las personas que están en sus manos. Evidentemente, para justificar la patraña principal de la propaganda corportivista de los boqueras: que las personas presas les agreden a ellos, cuando sabemos que son ellos quienes abusan a sus anchas. Al menos, en el trato que están dando a los familiares salta a la vista de todo el mundo la catadura moral de estos supuestos “trabajadores”. Los verdaderos trabajadores conscientes, cuando luchan por sus reivindicaciones, no olvidan nunca la solidaridad y el respeto por el resto de la población oprimida. Los “funcionarios de prisiones” no son obreros, son carceleros. Ni siquiera merecen el nombre de humanos, ya que su comportamiento no lo es. Ponemos aquí debajo unos cuantos comentarios escritos sobre todo eso. En los enlaces que van al final del todo se pueden encontrar algunas expresiones más de la misma indignación publicadas anteriormente.

TORTURADORES EN HUELGA

Menos mal que se levantan voces para desmentir la repugnante falacia de los sindicatos de carceleros, reforzada por todos los falsimedios, que difunden servilmente sus tergiversaciones. Llevan meses –en esta última campaña, porque en realidad son años– haciéndose las víctimas, queriendo dignificar su inhumana “profesión”, presentándose como “arrojados” y “abnegados” servidores públicos. Y todo ello reivindicando –aparte de más dinero, claro, y más plantilla para trabajar todavía menos, si fuera posible– manos libres en el uso de los “medios coercitivos” de los que hipócritamente habla la ley penitenciaria. Es decir, en la práctica de la violencia y de la tortura.

Quienes lo vivimos de cerca lo sabemos bien: palizas de diez contra uno, con porras, cascos, escudos, gases lacrimógenos, esposas, etc.; “sujecciones mecánicas”, muchas y largas horas, días enteros de tener a una persona atada en una cama, a veces desnuda, sin desatarla siquiera para hace sus necesidades, haciéndoselas encima; cruel aislamiento con acoso constante; arbitrariedad en las “limitaciones regimentales”, traslados, “partes” y sanciones; amenazas y provocaciones cotidianas, humillantes bofetadas, destrozo o privación de pertenencias personales, abusos sexuales; abandono médico-sanitario, criminal negligencia en la administración de psicofármacos, ensañamiento en lugar de cuidados para los enfermos mentales; indefensión jurídica…

También quieren que se les considere “agentes de la autoridad”, con la consiguiente “presunción de veracidad” en sus mentirosos expedientes y aumento de las condenas para quienes son acusados en sus contradenuncias. Ya sabéis, quizá, cómo funciona: te dan una paliza, cogen la baja para reponerse de las torceduras de muñeca por manejar la porra con demasiado entusiasmo, los dedos rotos de dar puñetazos, las contusiones que se producen unos a otros cuando chocan entre ellos al abalanzarse ocho, diez o quince para golpear a una persona indefensa. Nos consta que, por ejemplo, en Albocàsser, llevan todo el mes provocando a las personas presas, dándoles palizas y contando en los medios serviles que han salido varios carceleros heridos y, además, denunciando en los juzgados a sus víctimas, como si fueran ellas las agresoras. Estos son sus argumentos.

Los torturadores están en huelga, aunque eso no quiere decir que dejen de torturar. Al contrario, lo que hacen es apretar todavía un poco más el torniquete. Todo lo que dejan de hacer por la huelga, repercute en perjuicio de las personas presas y sus allegados: pédida de comunicaciones, a menudo después de un largo viaje; pérdida de horas de paseo para los aislados; pérdida de citas médicas, turnos quirúrgicos, tomas de medicación y curas, desasistencia médico-sanitaria aún mayor; imposibilidad de entrevistarse con abogados; suspensión de juicios, permisos y  actividades… ¿A quién quieren presionar con su huelga? Hay muchos antecedentes hasta de provocación de motines en los conflictos laborales del personal penitenciario. No sólo en los de principios de este año de los carceleros franceses, a quienes los españoles parecen querer emular, sino en todos los que ha habido aquí, desde tiempo inmemorial. Este ha sido siempre su modo de presión: provocan a las personas presas dejándoles encerradas, muchas veces sin comer o sin agua, con casi todas sus necesidades básicas desatendidas, a ver si les hacen saltar, para que quede justificada la represión y la tortura y volver a aparecer como héroes y mártires del orden público en desigual enfrentamiento con gente violenta y sin escrúpulos, nuestros hijos e hijas, padres y madres, hermanos y hermanas, compañeros y compañeras, amigos y amigas.

Afortunadamente, no estamos completamente solas las personas presas, sus familas y gente allegada. Afortunadamente, podemos reproducir aquí una serie de expresiones que desenmascaran a los torturadores, poniendo en entredicho el asqueroso marketing de los sindicatos corporativistas de carceleros y señalando varias veces que la única huelga justa es la de lxs presxs en lucha, contra la tortura y no a favor de ella como la de los boqueras. Parece que algo está empezando a moverse en algunas conciencias.

Familias Frente a la Crueldad Carcelaria

 

NO HAY HUELGAS EN LA GUERRA

Hoy, sábado 17 de noviembre de 2018, lxs funcionarixs de prisiones han convocado una huelga que durará por lo menos cuatro días.

Las personas presas en la macrocárcel de Zuera no han podido bajar a desayunar. Han estado encerradsx en sus celdas durante horas, sin posibilidad de acudir a comunicar en los locutorios con sus familiares y allegadxs. Gran parte de ellxs vienen desde muy lejos (costeándose el viaje y organizándolo, quizá, desde hace semanas), para apenas 40 minutos de visita. Otrxs, esperando ver a su hijo que acaba de entrar en prisión por primera vez hace solo unos días y que estará, seguramente, en estado de shock. Hoy, ninguno de ellxs ha podido entrar a comunicar, no han podido entrar paquetes, no han podido entrar dinero. Nada.

Tampoco se ha permitido la entrada de abogadxs para realizar las visitas acordadas (y, en ocasiones, vitales para las personas presas). ¿Qué pasa si una persona presa tiene un juicio el lunes? ¿Y si la familia no puede volver a costearse un viaje hasta dentro de dos meses? Las personas presas viven en un vacío de derechos y de cuidados y, en estos momentos, se les está negando uno de ellos y, quizá, de los más importantes: la comunicación con el exterior y el contacto con sus redes de apoyo.

¿Parece exagerado pensar que la visita de un familiar puede suponer la diferencia entre aguantar o suicidarse? Pues no lo es. Esa es la realidad cuando uno de los pilares que sostienen la propia vida y la propia humanidad (el contacto, la comunicación) allí dentro, se te niega.
¿Dónde están los servicios mínimos para algo tan fundamental como los derechos de las personas presas? Esta situación se ha dado sin informar a nadie de la cancelación de las comunicaciones (ni a las visitas, ni a los medios) obviando, así, la lógica humana de intentar provocar el menor perjuicio posible precisamente a personas que, cada día que pasan allí, están un poco más muertas. Si esto se ha hecho así, es porque para ellxs, y para el Estado, las personas presas no son personas.
Más de cien coches han estado aparcados frente a los muros de la cárcel de Zuera tras largas retenciones para el acceso. Las personas que iban a comunicar, se han encontrado con una larga fila de coches en la carretera, custodiados por la Guardia Civil (no teniendo su presencia más sentido que el de infundir miedo y abusar de su poder).

Las puertas de entrada a la cárcel han permanecido durante horas cerradas a cal y canto. Hasta el punto de haberle negado la entrada a una señora de 80 años que solicitaba, atemorizada por la situación, ir al lavabo. Un grupo de familiares ha requerido al piquete de funcionarixs, apelando a la cordura que, por favor, abrieran las puertas para permitirle utilizar el baño. Ni siquiera con algo así han sido capaces de mostrar un mínimo de humanidad y de sentido común. La señora, entre lloros, ha tenido que hacer sus necesidades como ha podido cerca de un arbusto mientras otros familiares le tapaban para que, al menos, no tuviera que sufrir más humillación desnudándose y orinando a la vista de visitantes, funcionarixs y cuerpos de seguridad allí presentes.

Todo esto ha sucedido en el contexto de una huelga de funcionarixs de prisiones y ante la presencia de la Guardia Civil. Es alarmante pensar en lo que pueden hacer cuando nadie lxs ve allí dentro ―en la “intimidad” de la prisión― si son capaces de comportarse así públicamente y ante la imperturbabilidad del “Cuerpo de Seguridad Pública”.

Desde nuestro máximo respeto al derecho a huelga, creemos que es absolutamente intolerable que las personas presas, sus familias y amigxs estén sufriendo este maltrato institucional. Ellxs son lxs perjudicadxs por un sistema que los utiliza como chivo expiatorio para ocultar su mala praxis y su propia inutilidad (y cuyo precio a pagar son sus propias vidas). ¿Cómo se puede estar apelando y reivindicando derechos laborales mientras, para ello, se están pisando los derechos de miles de personas a las que ya se les ha quitado todo?

Esto no hace sino poner de manifiesto, una vez más, la crueldad y la perversión intrínsecas al sistema penitenciario. Con la diferencia de que esta vez se ha podido constatar de manera pública y explícita. Fuera del silencio y el ocultamiento que configuran, como norma, la idiosincrasia carcelaria.

Nada puede resumir mejor lo ocurrido hoy (y, en general, lo que supone el sistema penitenciario en sí) que las palabras de una funcionaria cuando, tras las quejas y la petición de explicaciones por parte de las personas que iban a comunicar, ha desvelado la única verdad de la cárcel: “en una guerra siempre tiene que haber heridos”.

Pues bien, señora, sepa usted que, en esta guerra, nosotras no estamos dispuestas a seguir soportando que lxs muertxs lxs ponga siempre el mismo bando.

CAMPA

 

¿LOS DERECHOS DE QUIÉN?

Hoy la foto es lo de menos. No vengo a compartir una imagen sino algo que está pasando. No sé si lo dije en algún momento por aquí pero llevo unos meses dando clases de baile de forma voluntaria en la prisión de Pereiro de Aguiar. Y una vez más no me han dejado ir.

La cuestión es que los carceleros, a nivel estatal, han convocado huelga (este fin de semana ya es la segunda y por lo visto se prevén más a lo largo de lo poco que queda de año). No es casualidad que las huelgas que convocan sean los fines de semana ya que esto provoca que los presos y las presas no puedan tener ningún tipo de comunicaciones con sus familiares, amigos, abogados, y por lo tanto, tampoco pueden realizar actividades dentro de prisión con gente que venga de fuera. Hoy los presos y las presas del Estado se han quedado SIN NADA, encerrados en sus celdas por falta de servicios mínimos. Todas las huelgas son legítimas, pero, como bien decían desde Salhaketa Nafarroa –en su comunicado que, por cierto, recomiendo, “Las dos huelgas de las prisiones”– hay mensajes y actos que son más éticos que otros. No vengo a denunciar que los funcionarios de prisión estén en huelga, vengo a denunciar que las PERSONAS presas tienen unos derechos y que una vez más se los están pisoteando.

¿Qué pasa con los servicios mínimos? Hoy cientos de personas se han quedado en las puertas de las prisiones esperando una respuesta por parte de los funcionarios. Nadie había avisado a los familiares y amigos de los presos y las presas. Lo que se han encontrado después de recorrer 10, 100, 200, 300, 400 km para ir a visitar a su hijo/a, marido/esposa, pareja, madre/padre, han sido muros de cemento y barreras cerradas sin dar explicaciones de por qué no podían entrar en prisión.

Mientras los funcionarios alzan la voz y reivindican unos derechos laborales, los de los presos, las presas y los familiares están siendo saboteados.

Ana Sagredo

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