Que el trabajo mata es una evidencia difícil de esconder. Y es que mata mucho más que las drogas, el alcohol, la guerra, los accidentes de trá­fico y el “terrorismo” y, a pesar de ello, se sigue diciendo que el trabajo dignifica y que los accidentes son fortuitas situaciones de mala suerte.

Muertes, accidentes y enfermedades

Seguro que no te imaginabas que alrededor de 80 personas en Madrid, 600 en España y 360.000 en todo el mundo mueren todos los años a causa del trabajo. Esto supone unos 6 trabajadores muertos a la semana en todo el estado y parece que aquí no pasa nada. Además, estas cifras han aumentado desde la úl­tima reforma laboral, algo que relaciona estrechamente la precariedad laboral y la impunidad de los empresarios con los accidentes en el trabajo.

En el caso de las enfermedades, nos encontramos con una gran arbitrariedad dado que se generan unos cua­dros de enfermedades asociados a cada puesto de trabajo con grandes límites y carencias, algo que no contempla como enfermedad profesional cualquiera que no aparez­ca ahí a pesar de estar totalmente demostrada la activi­dad laboral con la posterior enfermedad. Entre las muchas que no están incluidas dentro de cada puesto específico, el Ministerio de Trabajo no reconoce ninguna enfermedad o afección psicológica en ninguna de las categorías profesio­nales, teniendo en cuenta que el estrés laboral, la ansiedad, las horas extras, las jornadas dobles, el no respetar las ho­ras de descanso entre jornadas, los plazos que se imponen desde arriba, el acoso, las amenazas de despido y un largo etc. son el pan de cada día en todas las empresas, y ello afecta directamente sobre nuestro bienestar mental. La mayoría de los accidentes laborales que se producen son por infarto o derrame cerebral (algo muy ligado a situa­ciones de estrés elevado) y también es el factor de mayor mortandad en nuestro país fuera y dentro del trabajo, algo que tiene un estrecho sentido con el mundo laboral dado que nos pasamos la mayor parte del tiempo trabajando. Aunque el infarto no se produzca en el puesto de trabajo, la relación que tiene con éste es bastante evidente.

Los datos que facilitamos son del Ministerio de Trabajo por lo que dentro de las estadísticas oficiales nuevamente nos encontramos con grandes limitaciones. Es decir, no se tiene en cuenta a las muchísimas personas que trabajan sin contrato, a los jubilados que continúan trabajando porque la pensión no les llega, a los falsos autónomos (trabajado­res por cuenta ajena que a pesar de no ser dueños o socios de las empresas, tienen que asumir el alta y cuota de autó­nomo, una práctica cada vez más usual dentro del merca­do laboral que cada vez tiende a una mayor liberalización), los trabajos que ni siquiera están reconocidos como tal como por ejemplo los vendedores ambulantes, prostitutas, etc. o al trabajo infantil y al más brutal esclavismo que aún se sigue produciendo en países dominados por las grandes potencias mundiales. Todos estos supuestos, también acu­mulan muertos y accidentantados y posiblemente sumen más que las cifras oficiales, dado que las condiciones sue­len ser mucho más precarias.

La reforma laboral

Este último paquete de medidas adoptado en el año 2012 por el PP, tiene buena parte de responsabilidad en el aumento de los accidentes en el trabajo, así como de nues­tras nuevas condiciones laborales que cada vez son más interesantes para los empresarios.

A esta nueva reforma se le añade más precariedad, sa­larios menores, mayores exigencias y menos margen de maniobra para los trabajadores. Contratos de formación alargados, la tendencia hacia el contrato único con gran­des subvenciones a los empresarios que los formalicen, la disminución de la indemnización por despido, el despido libre e injustificado incluso estando de baja, obligatorie­dad de hacer horas extras en función de la producción que haya, la no remuneración de dichas horas extras, la posibi­lidad de una rebaja salarial sin necesidad de atender a las tablas salariales pactadas por el convenio y un larga lista de medidas que nos empuja de cabeza hacia situaciones de total aplastamiento frente al gigante del trabajo asalariado.

Denuncias, conflictos y luchas en el trabajo

El acoso laboral es una de las situaciones más comunes dentro de los conflictos laborales. En el año 2015, las de­nuncias por este motivo aumentaron un 60% pero, Inspec­ción de Trabajo, sólo actuó en algo menos de 40 de las más de 400 denuncias que se interpusieron. Así mismo, España se encuentra dentro de los 13 países con mayor explota­ción laboral siendo el sector hotelero, trabajo doméstico, agrícola y pesca los más afectados por este motivo.

A pesar del panorama que nos acompaña, siempre exis­ten propuestas encaminadas a seguir rebelándose en con­tra de ello. Durante los últimos años, nos hemos encon­trado con huelgas como la de Amazon hace unos meses, Ericsson, H&M o las ambulancias de Valencia, Correos, Panrico, limpieza y recogida de basuras, metro de Madrid, empleados públicos, así como las que se preveen para este verano por parte de las aerolinias y ferrocarriles del esta­do, entre otras. También los conflictos laborales abiertos contra distintas empresas menos conocidas o los ya famo­sos problemas con Mercadona, Mc Donalds, Coca-cola, Inditex, etc. son ejemplos de que la lucha en el campo del trabajo, sigue levantando ampollas y problemas actuales.

El trabajo es un chantaje

¿Por qué si una de las principales causas de muerte en nuestro país es el trabajo no existe relevancia alguna so­bre esto? ¿Por qué se toman más medidas destinadas a la lucha contra una amenaza terrorista inexistente o para aumentar el control de la “seguridad vial” en vez de en lo relacionado con el trabajo?

Para sobrevivir dentro del mundo que actualmente habitamos, parece ser que necesitamos trabajar, porque necesitamos comer y un sitio donde vivir. Con esto, no queremos decir que no sean posibles otras vías alternati­vas de seguir supliendo nuestras necesidades básicas sin necesidad de recurrir al trabajo asalariado, pero, aunque dichas formas son totalmente válidas y realizables (y se están llevando a cabo a día de hoy), actualmente la coyuntura social mayoritaria, no está dispuesta a ello y tiende a seguir vendiendo su mano de obra a cambio de un salario, en la mayoría de los casos, miserable. Entre otras cosas, porque la existencia del capitalismo y la ges­tión de los estados, nos han enseñado a vivir así y nos ha desposeído totalmente de nuestras habilidades y capaci­dades para poder subsistir por nuestra cuenta. Porque se presenta el trabajo como la única vía posible para obte­ner las cosas que necesitamos. Ello, nos obliga a veces a tomar decisiones que pasan muy por encima de nuestras convicciones y principios, incluso de nuestras posibili­dades físicas y de nuestra salud. Acepar un trabajo (por “buenas condiciones” que tenga) siempre significa ven­dernos para enriquecer a alguien que siempre sacará mu­cho más de tu esfuerzo que tú. Significa renunciar a tu tiempo y al hecho de resolver tus cuestiones vitales de otra forma, renunciar a tu bienestar, arriesgarte a perder la vida o parte de tu salud en algo que ni siquiera te gusta porque muchas veces, no trabajamos en algo que resulta ser medianamente “vocacional” y aunque lo fuera, el for­mato “trabajo asalariado” de la mano de todas las obli­gatoriedades, abusos y restricciones que conlleva, hace que deje de tener sentido por vocacional que pudiera ser. Conlleva una carga añadida a nuestro día a día, una carga física pero también una carga emocional, de insatisfac­ción, de ingratitud. Porque sabemos y somos conscientes (a pesar de que nos metamos en la dinámica) que somos aquellos que hacemos posible que este mundo, con sus empresarios, pueda funcionar y con ello, el aumento de su riqueza y la perpetuación de una mayor desigualdad social, de un esclavismo moderno y democrático am­parado por la ley, pero esclavismo y chantaje, al fin y al cabo. Porque si nosotros dejamos de trabajar, el mundo se para y porque es más que evidente que estamos man­teniendo un sistema injusto y lleno de privilegios que se materializa y hace posible porque una gran mayoría de personas (trabajadores, explotados, oprimidos, exclui­dos, marginados) estamos manteniendo y obedeciendo a una minoría (políticos y capitalistas).

Pero no todo está perdido

Asumir que esto es así y que no se puede cambiar, es asumir una derrota irremediable. Las luchas obreras lle­vadas a cabo años atrás en este país, así como las que se siguen dando a día de hoy por pequeñas que sean dentro y fuera de nuestras fronteras, son ejemplos del potencial que tenemos tanto como personas que estamos someti­das al trabajo asalariado como las que no, porque no ol­videmos que el trabajo asalariado (o el paro como la otra cara de la moneda) es una de las opresiones a las que nos enfrentamos, pero no es la única.

Muchas de las condiciones laborales que tenemos hoy en día, o más bien las que teníamos porque cada vez se es­tán empeorando más, vienen de la acción de muchas per­sonas que años atrás lo dieron todo por generar una bata­lla en contra del trabajo (tal y como lo entendemos hoy, el trabajo asalariado), para plantear propuestas alternativas a esta forma de cubrir nuestras necesidades (colectividades, mutualismo, auto-gestión, cooperativas anti-capitalistas, etc.) y para plantear luchas destinadas a generar conflictos más radicales a través de mejoras parciales, como la reduc­ción de la jornada laboral a 8h, entre otras muchas. Por su­puesto, estas mejoras supusieron muchos conflictos en las calles, muchas huelgas y piquetes, muertes y encarcelados y acciones al margen de la ley.

Se hace cada vez más necesario buscar espacios de con­fluencia donde poder auto-organizarnos para plantar cara al mundo del trabajo. Las mejoras que podamos reivindi­car siempre se van a quedar lejos de solucionar el proble­ma ya que vendrán a calmar un poco los ánimos cuando el ambiente se empiece a caldear, para evitar así cualquier estallido de lucha, huelga, piquete, asamblea o auto-orga­nización en los trabajos. Pero a través de estos puntos de confluencia y estas reivindicaciones parciales, podremos tomar contacto los unos con los otros para plantear pro­puestas más radicales alejadas de meras reformas que no vayan a la raíz del problema. Esto junto, con las otras vías de auto-gestión posibles que existen, (cooperativas an­ti-capitalistas y horizontales, redes de apoyo mutuo, true­que, espacios colectivos y colectividades, etc.) hacen que podamos emprender una lucha contra el trabajo asalaria­do, la esclavitud y la miseria que nos supone.

Porque no queremos ser mercancías en manos de em­presarios, banqueros y políticos.

1 comentario sobre “El trabajo mata

  1. Traducimos este mensaje:
    […] «El trabajo mata» en el número de noviembre de 2018 de Aqui e Ahora cerca de Algrano Extremadura es un artículo que, a la vista de las cifras oficiales del Ministerio de Trabajo del mes, se refiere por un lado al peligro fundamental del trabajo asalariado y, por otro, a la crítica de la reforma de las leyes laborales de 2012 -que el gobierno socialdemócrata en ejercicio prometió revertir (lo que en realidad no ocurrió)- y también señala los peligros particulares de sectores importantes de España, como la industria de la construcción y el turismo. Y la conclusión es que no es la educación lo que se necesita, sino la acción. […]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *