Pero el más preocupante de todos los aspectos referidos a los Centros de menores, por condicionar todos los demás, es el hecho de que la gestión de muchos de ellos la realizan organismos privados, en teoría asociaciones sin ánimo de lucro, pero en la práctica empresas encargadas de beneficiarse del sufrimiento de personas, que además son menores. Esta privatización de la gestión supone que existan reglamentos internos (redactados por estas asociaciones) de obligado cumplimiento. El resultado llega al absurdo de que en algunos centros es «sanción leve», mirar por la ventana al exterior del recinto (un absurdo que supone que mirar tres veces por la ventana conlleve una sanción de aislamiento en celdas).
Los centros de menores son auténticas cárceles que funcionan (gracias a su privatización) peor aún que las cárceles para personas adultas: hay denuncias por palizas, por violación y agresiones sexuales (3 chicas denunciando en Madrid y un chico denunciando en Canarias), aislamientos prolongados, sobremedicación psiquiátrica, abusos de poder… En esas condiciones se tiene a miles de personas. Estás personas, educadas en un sistema punitivo «privatizado», quizá no protestasen tanto si en un futuro próximo se privatizara totalmente la gestión de las cárceles para personas adultas… y quizá por eso las tengan así.
Dossier: La carcel desde dentro y desde fuera (IV)
Extraido de la revista numero 33 de Ekintza Zuzena

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